Ese fin de semana había recibido la visita de una prima lejana, la cual tambien pertenecía a los Aliados por supuesto. Todo el fin de semana le había estado enseñando en el sótano de la casa todo ese tipo de cosas que debía aprender: cómo manejar las estacas, el veneno...toda y cualquier táctica de defensa y cómo matar a aun demonio.

Hoy en la mañana la chica se había ido, por lo que había tenido que llamar a alguien para que deje la casa como limpio...ella y yo nos entendíamos muy bien y nos habíamos dado un pequeño descanzo con vino y cualquier tipo de licor que habían en las repisas del pequeño bar. Ahora ya no había nadie en casa, y la tranquilidad embargaba como un silencio fúnebre y detestable. Me serví un chupito de wisky mientras observaba la noche desde el balcón. La noche, la cual era atacada por una cruel tormenta, nos hacía saber que alguien estaba molesto... ¿Lucifer, quizás?

Cuando había abierto la puerta había sentido una ráfaga de viento entrar a la casa y de paso, mojar la entrada y mojándome aún mas a mi que ya de por si me encontraba empapado. Sabía que Meredith estaba allí: ese auto que había estacionado solo podía pertenecerle a ella. Marcaba aquellos lujos y cosas que podía comprarse con solo retorcerles la mente a alguien o qué se yo.

Cerré la puerta y cuando me hube volteado, vi que ella ya se había materializado dejando ver la blusa que se había colocado con las mayas negras y converse a juego. Alcé una ceja cuando se acercó a mi y deslizó su mano a mi mandíbula. Yo por otra parte, deslicé una de mis manos por su antebrazo-Sé como reconocerte-dije jalándola con suavidad para acercarla más a mi. Estaba un poco mojada, pero el que más lo estaba aquí era yo-Si no me saco de una vez los pantalones...pescare un resfriado-dije guiñándole un ojo a sabiendas de que ella sabía y se había dado cuenta del doble sentido de mis palabras. Obviamente, esto lo susurré muy cerca de sus labios.