Estaba amaneciendo; Liam pudo notarlo más allá de que las persianas estuvieran bien cerradas. No había logrado conciliar un buen sueño, y lo cierto era que desde hacía varios días que no lo lograba. Su nueva vida, la de vampiro le había alterado su rutina por completo. Ahora era un hombre de la noche, un monstro que debía alimentarse de sangre para sobrevivir, pero por sobre todo un hombre que estaba condenado a luchar contra sus demonios si quería seguir junto a su familia.

Se encontraba sentado en su cama junto a su novia mirando el débil rayo de sol que entraba por las persianas. No se atrevía a decirle a Jennifer lo mucho que deseaba poder salir a caminar bajo la luz del sol con ella y su pequeña hija, por el solo hecho de que no quería verla triste debido a su infortunio; aunque en el fondo él sabía que ella se daba cuenta, lo conocía muy bien y no era ninguna estúpida. A Liam no le quedaba otra que aceptar las cosas como eran, aceptarse a sí mismo e intentar vivir de algún modo, debía hacerlo por más difícil que pudiera ser; debía hacerlo por Jennifer y por sobre todo, por Margaret.

Con toda la delicadeza y agilidad propia de un vampiro, se levanto de la cama. Ingresó al baño, abrió la ducha y dejó el agua correr por unos momentos mientras se quitaba sus ropas. Puso su palma sobre la lluvia de la ducha para probar la temperatura del agua, la cual estaba a su gusto así que ingresó a la tina de un saltito. Se quedó unos diez minutos con los ojos cerrados sin pensar siquiera en nada. Sentir el agua tibia corriendo por su cuerpo lo relajaba, pero si se quedaba mucho tiempo su relajación se vería destruida por los regaños que recibiría por malgastar el agua. Sus labios se curvaron cuando recordó la última vez que Jennifer le había regañado por haberse quedado 30 minutos en la tina. Cerró la perrilla y cogió una toalla con la que se envolvió.

Cuando regresó a su habitación, Jenn aún dormía así que hizo el menor ruido mientras se cambiaba. Cogió la ropa sucia y la talla que había utilizado, y se dirigió hasta el pequeño lavadero que tenía en el jardín. Puso la ropa a lavar e ingresó a la cocina para preparar el desayuno a sus dos mujeres favoritas. A pesar de que él ya no se alimentaba con aquellos alimentos que consumía cuando era humano, seguía cocinando cuando tenía la oportunidad ya que era uno de las tantas cosas que disfrutaba hacer.